Memoria, hilo o río, frágil luz

Por Luis Fernando Chueca

 

En su poemario, Elma Murrugarra vincula la memoria a los delicados torzales que están a la base de la organización del conjunto que va engarzando o cosiendo, así, recuerdos, imágenes e instantes, a la vez que una serie de versos de poetas peruanos (Westphalen, Eielson, Churata, Vallejo, Rose, Belli, Eguren, Florián, entre otros) que constituyen una sutil antología sobre la condición de la palabra como hilado, como anudamiento, como tejido, como bordado. En sus páginas, desde tonalidades distintas, en verso o prosa, con acentos más marcadamente líricos o ecos narrativos, con sintaxis que se accidenta y transgrede, con silencios, relieves y contrapuntos, sin puntuación, Elma Murrugarra reúne tiempos pasados y presentes, espacios andinos, piezas de arqueología, plantas y flores de nombres casi mágicos, ritualidades, usos cotidianos, señas de migrancias, muestras de amor o signos de violencia. Con voces tersas, casi aéreas y otras cargadas de peso y de dureza, asistimos al paso vibrante de objetos, sensaciones y recuerdos. La memoria hilada, de estas maneras y con componentes como estos, no es transparente. No busca serlo, sino ofrecer desde su multiplicidad, desde la cuidadosa artesanía de sus tramas y urdimbres, chispazos, breves iluminaciones que el lector o lectora intentará asir entre sus manos y proyectar en distintas direcciones, posiblemente para enlazar con ellos sus propios recuerdos e imágenes: sean íntimos o sean los que le atañen como familia, como comunidad, como país. 

Leo el poema que abre el libro, parcamente titulado “El oro”: “Oculta y expuesta hila otra historia la deslumbrante túnica de la Señora Chimú forjada con cinco mil mariposas de puro oro peruano de livianas alas de filigrana y resplandecientes cuerpos de cascabel en los hombros gráciles laminillas florales de masdevallias que tintinean entretejidas con hilo áureo y en la bastilla pequeñas urceolinas repujadas que seguramente oscilaban al paso de la magnífica mujer ahora lejos de su antiguo reino en un salón alemán junto a quinientas piezas de veinticuatro quilates fundidas en sal que completan su maravilloso ajuar”. 

El poema, precedido por el sonoro y móvil verso “De hilo que oscila” de César Moro, permite reconocer ese modo de proceder en este poemario: lo que vemos, lo que nos mira (como diría Didi-Huberman) desde el texto -la túnica en este caso- se describe con un lenguaje bellamente acumulativo que despliega, a la vez, diversas resonancias que conducen a percibir otras voces sutilmente entrelazadas. Eso que está allí no es solo eso, sino que, como dice el poema, “hila otra historia”; que hay que leer, entonces, en sus silencios, en sus fracturas, en lo que apenas se insinúa, pero de algún modo está. No pretendo decir qué es: ¿la majestuosidad del tejido de una civilización prehispánica evidentemente ajena a cualquier condición salvaje o primitiva?, ¿la pregunta por la trabajadora o el trabajador olvidado detrás de cada uno de los detalles de la túnica y el ajuar?, ¿el lugar -escamoteado muchas veces por la historiografía- de la mujer como líderesa o gobernante?, ¿la atención a una implícita demostración de poder?, ¿el extractivismo cultural?, ¿la reducción del traje a -es cierto- majestuoso objeto de exhibición, pero ajeno y separado, ahora, en un lugar lejano, del pálpito vital irrecuperable y quizá inimaginable? Son varios los haces de lectura que se abren, sin duda, y cada uno que se siga no anula los restantes y otros que podrían encenderse a partir de la compacta armazón de palabras que es el poema.

Así como en este texto, La memoria hila nos enfrenta, latiendo en cada página, a un tramado de ternura y de dolor; de otros modos de relación (de anudamiento) entre personas, animales y entorno natural; al bordado de deseos y vitalidad, de abusos y soledades. Memorias, pues, de aquello que constituye al ser humano y de lo que, de algún modo, nos ha dado forma como pueblo o como, todavía, fallida nación. De aquello que nos duele, pero también de aquella fuerza que nos puede hacer decir, con Arguedas, seguimos siendo

 

(Fragmento del texto leído en la presentación de los poemarios ganadores del Premio Copé 2023, en la Casa de la Literatura. Abril 2025)


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