Leyendo "La Función de las Parcas"

Por Doris Moromisato


Leyendo los poemas contenidos en La Función de las Parcas entiendo que a la función de la normalidad debemos anteponer –como afirma Murrugarra– la función de la poesía. Pero, ¿cuál es esta función?, pues es la misma función que tienen las Parcas. La tarea, entonces, de las y los poetas viene a ser la misma que la de estas tres hijas tejedoras de Neptuno (Cloto, Láquesis y Átropos), surgidas de las gotas de su sangre cuando Cronos lo mutiló. Como esas tres viejas severas y melancólicas son las poetas siempre tejiendo con una pobre y magra luz. Gotas de sangre que hilvanan versos “porque alguien tiene que pensar en la vida”, mientras los demás viven, tal como anunciara bellamente Blanca Varela en su poema “Pobres matemáticas”.

Como Cloto, elegimos el hilo que dará vida a la voz que construirá el poema. Como Láquesis, enredamos los hilos con subrepticios artilugios para demostrar que todo sentimiento es más intrincado, mientras más profundo es. Como Átropos, cortamos el hilo de la vida, al menos nos queda esa ilusión: cortar los hilos de una vida que no es.

Ciertamente, la primera sensación que embarga a quien lee La Función de las Parcas es el ideario poético que asume Elma Murrugarra: hilvanar palabras para construir el gran tejido de la vida. Tejer y destejer las paradojas. Elma elige como Cloto las palabras luminosas para atestiguar la felicidad de los días felices y una gruesa puntada al corazón como áspero cáñamo para remendarlo de una desgracia. Ella escribe: “Aquí en Roma aprendo mi libertad / y añoro tus abrazos. / Lejano comprendo que nuestros miedos lo complicaron todo...”

Pero Murrugarra enreda a la misma Láquesis cuando nos envuelve con la ambigüedad del placentero dolor, cito su poema: “Un pañuelo ajusta las venas / Y celoso lastima el cuello / La seda no parece seda / Y luce tan indefensa”.

La precisión y concisión de sus versos obedece a su necesidad de ahorrar hilo, mientras más fino el hilado menos evidentes serán las heridas, mientras más fino más semejante a una leve pluma que recorre ligera la historia. Como toda poeta que sabe su oficio y entiende de qué trata la poesía, Elma se encubre detrás de las palabras y respira a través de ellas lo que pudo ser. La literatura mientras menos explícita menos planfleto y diatriba será. Las palabras han de ser sutiles como los mundos de donde surgimos. Tejer y destejer, “Bordando y desbordando mi alma” –tal como escribe Elma en este hermoso verso–...

De poema en poema, la poeta teje historias, las recompone, las prosigue, las corta como Átropos. Pero la tragedia de la pérdida está anunciada desde el inicio. Murrugarra en el introito avisa de esta pérdida o, más exactamente, la duda de esta pérdida: “Acaso / pierde / la flor / el pétalo / hurtado / por la lluvia?”