por Antonio Sarmiento
El tejido es un concepto muy presente en nuestro ideario cultural, si pensamos, por ejemplo, en los tejidos paracas, los fardos funerarios, los quipus. Se nota un paciente trabajo de bordar una escritura que exprese con sentido de arraigo, una vocación de identidad, de admiración por las culturas antiguas y su textilería, elementos de fauna, flora, metales y gastronomía, como la vicuña, el oro, algodón, maíz, papa, chicha de jora. Además, hay palabras clave con su correspondiente ligazón: madre-amor (“madre sabe del tejido del encanto”), cocina nativa- sabor deslumbrante (“Revuelve con una cuchara de algarrobo/ hasta que la olla suspire”), lo material-lo literario ("El tenedor recoge la metáfora”).
Igualmente, el libro hace alusión al entramado histórico, la urdimbre social peruana con sus encrucijadas: “las cicatrices son tramas/ Ni olvidan/ Ni sangran”, pero también con sus múltiples posibilidades y esperanzas: “Cual hilo de oro/ Que pasa por el ojo de la aguja/ Y nos regresa al Perú/ Siempre”, tal como se aprecia en el intenso poema “Aguja”, que desarrolla un mosaico de motivos nacionales, a manera de rápida tela o manto con decoraciones e inscripciones pictóricas.
Las palabras leídas en la ceremonia de premiación nos ofrecen el verdadero sentir del poemario: “entonces la memoria hila para recordar, entre otras cosas, la alegría de la libertad o la admiración frente a la belleza, hila, para no olvidar el dolor de una masacre, la indignación ante el abuso del poder, la vergüenza del racismo y la insidia de alguna gente por silenciarnos”. Palabras veraces que expresan en su conjunto la lucha contra el corrosivo olvido, el vínculo del pasado con el presente, el deseo de enhebrar, de atar o trenzar un destino común frente a la acción intestina que desangra y paraliza el país.