La memoria que hila

Por: Javier Huincho Ramírez

 


La grandeza de un poeta se justifica no solo en la potencia de sus versos, sino en el mensaje que desea brindar. Por ello, a través de un collage de epígrafes cuyos autores son poetas consagrados por la tradición lírica peruana, la poeta Elma Murrugarra despliega todo su tejido lírico con el claro interés de comunicar su voz. Y lo consigue con éxito. No es sencillo obtener un galardón tan codiciado por muchos. No es sencillo ganar un alto premio literario en un país del Tercer Mundo. Tienes que reunir en tu poética cierta estrategia singular que te distinga de tus pares. No todos lo consiguen. A veces algunos optan por rendirse. A veces surgen competidores que siguen insistiendo sin éxito. Pero muchos lo hacen por el solo acto de crear y con eso ya tienen una victoria para sí mismos y para la humanidad. Es toda una competencia que enriquece y ennoblece al ser humano. Ese ser frágil y fugaz que solo tiene la palabra para ser inmortal. Por ello, es posible que pocos lectores conozcan el nombre de esta galardonada poeta. No tiene el lector necesariamente haber oído hablar de ella. Ella habla y trasciende con su ORO. Lo demás es ilusión. 

 

Hallamos una voz poderosa que tiene un alto conocimiento del lenguaje. De ese lenguaje que pocos empleamos. Me refiero al lenguaje castizo y prístino. Hallaremos en este poemario varios términos que nos obligarán a recurrir a la RAE para evitar quedar rezagado en este bello itinerario lírico. Elma Murrugarra coloca el sustantivo, adjetivo y verbo adecuado en el lugar preciso para darle fuerza a su verso y así otorgarle fluidez a su tejido lírico donde la alegoría, el símbolo, la metáfora, el símil, la aliteración, repetición, así como otras figuras literarias cumplen un rol primordial. La poeta usa todas sus relucientes armas intelectuales labradas no solo en el yunque de su entendimiento, sino en su taller, atelier o templo sagrado de donde proceden sus anteriores producciones que muchos estamos obligados a consumir: Juegos (Magdala editora, 2002), La función de las parcas (Fondo Editorial de la USMP, 2004), Al sur en Caral (Proyecto Literal, México, 2006) y Cuentos de domingo (Pilpinta Editora, 2009). Por eso La memoria hila posee una capacidad de seducción a través de la palabra y genera en cualquier lector el encanto de soñar. 

 

La poeta hace un trabajo de alfarero y se apoyará no solo en los epígrafes de renombrados poetas peruanos que anuncian la temática del poema que encabezan, sino en una filosofía ecológica (fauna y flora ancestral), culinaria y en una variada intertextualidad donde las culturas peruanas serán las protagonistas para expresar su discurso contestatario, iconoclasta y de denuncia social. El yo lírico emplea un abanico de estrategias con gran destreza y la pericia de un experimentado artesano del tejido para emplearlo en las palabras. Es decir, hará un lúdico enroque: palabras - hilo donde cada puntada ayudada por una magnífica aguja llevará una alta carga poética. A ello se agrega el empleo de forma pertinente y precisa de los epígrafes que encabezan a cada uno de los poemas de este hermoso poemario y que aluden a versos de poetas peruanos (Moro, Westfhalen, Eielson, Churata, Vallejo, Rose, Belli, Hernández, Oquendo de Amat, Eguren, Verástegui, Salazar Bondy y Mario Florián). 


Pero vayamos al yo lírico femenino que emplea la poeta y que trasciende límites y quiebra esa hegemonía masculina dominada por varios lustros. No solo eso. A veces su tejido lírico se presenta hermético y tienes que volver a empezar para comprenderla. Ya me imagino el trabajo del jurado para verificar y ratificar la valía de esta mujer intelectual. Elma Murrugarra Pinedo se erige con este poemario premiado como una descendiente de las talentosísimas poetizas peruanas que toman el legado no solo de poetas como Magda Portal, Blanca Varela, sino de intelectuales de antaño diestras en el discurso contestatario como Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera, Teresa Gonzáles de Fanning u otras. 


Este breve poemario hace mérito a la famosa frase que lo bueno viene en frasco pequeño. Solo son 13 poemas en más de 40 páginas que deslumbran por su fineza al expresar con gran tino un mensaje mediante el arte estético de la palabra. Elma lo sabe, ya que viene trabajando un buen tiempo en su templo sagrado donde ofrenda a los dioses paganos tanto helenos como incaicos varios géneros literarios. Elma lo sabe ya que ha bebido el néctar de la poesía a través de la inspiración que le generan la lectura de los poetas inmortales. La memoria hila se divide en 6 apartados cuyo eje axial gira en torno a un objeto para hilar: el torzal, el cual en su primera acepción es un cordoncillo delgado de seda hecho de varias hebras torcidas, empleado para coser y bordar. Y en su segunda acepción, es la unión de varias cosas que hacen una hebra, torcidas y dobladas unas con otras. De este objeto y de ambas acepciones se vale la poeta para hilar su tejido lírico. Son 6 torzales. 

 

La memoria hila, inicia en el Torzal de decoración geométrica y presenta su primer poema titulado “El oro”. Aquí bajo una bella prosa poética que tiene como acompañante los versos del poeta César Moro: De hilo que oscila. Toma a este metal precioso como sustrato no solo de la cultura Chimú y lo que rodea la fastuosidad de un personaje aristocrático de esa cultura, sino también aborda de forma estratégica el saqueo colonial y la exhibición de joyas preincaicas en ultramar para tejer una historia de olvido y ajeno glamour. En el segundo poema titulado “Las piedras” el yo lírico aborda la cultura Chavín bajo la sombra de los versos de Westfhalen: No hay un hilo para separarlos. Refiere que en ese choque del agua con la piedra siempre habrá un dominante y un poderoso. En este caso el agua domina, pero el lanzón monolito de Chavín es poderoso. Lo geométrico de este poema es el lanzón. 

 

La sección 2 aborda al Torzal con nudo oculto y presenta al tercer poema denominado “El oráculo” y que es respaldado por los versos de Jorge Eduardo Eielson con una orden que se cumple por si sola: Si no se anuda no hay nudo. Apolo habla desde su santuario donde ata historias y mata por venganza. Este poema alude a la cultura huanca y la entrelaza a la acción del dios griego que anuda raíces y ramas. Es un poema que involucra al reino vegetal y los dioses de cada cultura prehispánica. El cuarto poema titulado “Madre teje” es acompañado por los versos de Gamaliel Churata: Las nubes se deshilan para leer tu voz. Aquí el yo lírico emplea con maestría el símil, canta a las mil maravillas y expresa ternura y nobleza ya que tiene a la madre como protagonista de un canto a la naturaleza y a los gentiles. 

 

El quinto poema inicia el Torzal de pares continuos y lleva por título “El algodón”. Aquí el yo lírico no solo engalana su bello discurso lírico con la presencia de César Vallejo: Tejo; de haber hilado heme tejiendo, sino que hace cantar al algodón nativo. Ese algodón de variados colores que ha creado los mantos de Chancay, Paracas, Mochica y Huaca Prieta. La poeta se vale de la cardencha, la cual es una planta que saca los pelos de las alfombras, así como también se vale del piruro el cual es un instrumento para hilar y sacar más hilo. Además, emplea el término médico apósito para curar heridas y lo vincula con la gasa en Chancay. El sexto poema se titula “La vicuña” y tiene un verso de Juan Gonzalo Rose: el hilo fascinante de los rumbos inciertos. Aquí el yo lírico sintetiza en pocas líneas la historia de la vicuña enfocada en su lana, su alto costo, su antigua cacería y la vanidad por poseerla tanto en Europa como por los Huari. 

 

El Torzal de flecos presenta su séptimo poema titulado “La achira” y es acompañado por un verso de Carlos Germán Belli: Esta acuática, aérea, y montés cinta. El yo lírico plantea una filosofía ecológica a través de repetición y unifica la planta. Además, juega con la imagen del jaguar y la flor de la achira entre la mañana y el anochecer. Es evidente el agradecimiento al mundo vegetal. El octavo poema se titula “Los atados” y viene acompañada de un verso de Luis Hernández: De los días atados en las manos. El tópico culinario se hace presente en este sorprendente poema ya que se muele en batán huacatay, muña, paico y otros ingredientes. En un segundo la poeta inserta imágenes y lúdicamente saca de cuadro al lector como en este verso: dos rocotos verdes y reserva tus lágrimas. En este poema se hace evidente la influencia de Andre Breton y Blanca Varela: Aquí la poeta unifica la emotividad del yo lírico con una faena culinaria. La tristeza y la acción de cocinar. 


El noveno poema titulado “Las trenzas” lleva un verso de Carlos Oquendo de Amat: Los árboles pronto romperán sus amarras. El yo lírico está recogiendo plantas curativas y de gran carga simbólica para el mundo incaico: coca, el maíz y la cantuta. Además de forma sagaz visibiliza al proletariado femenino que no solo no deja de trabajar con las manos, sino que aún permanece explotado. Para expresar su denuncia con éxito se vale tanto de la repetición como de la metonimia. El décimo poema se titula “Para volar” y presenta como respaldo al mágico Eguren: Hiende leda, vaporoso tul. Este poema además de emplear términos vinculados a la anatomía de los pájaros nos trae los pormenores del acto de volar de un ave donde su plumaje cobra cierto protagonismo para hallar en el espacio aéreo la ansiada libertad. Se resalta la aliteración cuyo uso logra obtener con éxito la musicalidad anhelada. 

 

La sección Torzal de pares alternos nos presenta el antepenúltimo poema titulado “La urdimbre”. Este elegiaco poema viene acompañado de un verso de Enrique Verástegui: como una dalia recién bordada en la pretina. El yo lírico sintetiza aquí la guerra interna focalizado a partir de las penurias de un soldado peruano. La poeta resemantiza la tragedia en contrapunto con la funesta fauna y la resignada flora y logra un singular cuadro poético. El penúltimo poema titulado “La Trama lleva como acompañante un verso del poeta Sebastián Salazar Bondy: y cosía el alba y el ocaso al calor. En este poema la poeta se torna iconoclasta y usa a la ciudad para parodiar a la iglesia desde un día laboral. Por ello, grafica la vida de una joven costurera que trabaja en una fábrica. Lo lúdico se manifiesta al jugar con el catecismo cristiano para insertar una historia femenina de explotación laboral. Es evidente la marca de Simone de Beavoir en este poema. 

 

La última sección se titula Torzal simple y lleva consigo el último poema llamado “La aguja. Este poema es acompañado por un verso de Mario Florián: era una aguja, digo; era una aguja. Este extenso poema expresa una evidente mirada iconoclasta y anticlerical donde a través de un deliberado paralelo bíblico resaltará la parodia. La aguja tiene 6 carillas: la primera inicia tematizando la comida y en contrapunto con el hilo, pero con un claro telón iconoclasta. El hilo es como una filigrana que urde rutas como el Amazonas. No olvidemos que la filigrana es una obra rellena con hilos finos de metal. En la segunda página aborda la injusticia y el abuso en un clima de violencia en el Perú donde la religión solo tiene espacio para ser parodiada. 


En la tercera página juega con la polisemia de la aguja que hilvana y da puntadas. Se evidencia el trabajo estilístico de la poeta al notarse esa densidad semántica y la precisión sintáctica. Además, usa términos clericales para quitarles lo sacro y hacerlos mundanos. Asimismo, critica a la fuerza castrense y toma como hipotexto a la obra de Dante Alighieri para respaldar su denuncia ya que el séptimo círculo del infierno toma un notorio protagonismo. Finalmente rompe con la epistemología cristiana y humaniza a Jesús ante Dios por la terrible realidad peruana. La cuarta página repotencia estratégicamente la prosopopeya y se focaliza en la guerra interna y tiene como punto espacial el departamento de Ayacucho. El yo lírico cuestiona a la academia y vuelve a confrontar las vacas sagradas del cristianismo insensible ante tanta violencia. 


En la quinta página hallamos un yo lírico que compara el dolor de los clavos del crucifijo con las letras que lloran la guerra interna. El yo lírico hace un contrapunto con el ojo de la aguja, la muerte y la producción de variedad de papas cultivadas hace mucho tiempo. Finalmente, la sexta página alude al cierre del tejido de oro que pasa por el ojo de la aguja y nos regresa al Perú. Considero que todo el poemario es un itinerario de ida y vuelta por flora, fauna, historia antigua y guerra interna del Perú que cierra con una esperanza. Una esperanza que lleve consigo la construcción de un Perú más justo y libre de impunidad. Una gran poeta ha escrito este hermoso poemario y los lectores están invitados a leerlo.



Lima, 19 de enero de 2025



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