Juegos y la infinita libertad


por Ismael Pinto Vargas


Juegos es la singular ópera prima de Elma Murrugarra, poeta que escribe con la sabiduría de una mujer de mil años y la alegría de una niña que ríe con la inocencia primera de los juegos inventados, que corren, se esconden, nos atisban y giran, en la esplendidez de ese espacio en el que Elma los ha colocado y allí han cobrado vida, y gozan ahora de una infinita libertad. 

 

Es así que en la poesía de Elma, el juego inocente, burlón, alegre, con un ligero esguince se transforma de metáfora lúdica, en canción que trasciende su propio juego, para indagar en la memoria, en la etopeya y en la eudemonía, pero también en la magia del amor convertida por los griegos en lipiria que, en el poema del mismo nombre cobra en flébil andamiaje verbal ese frío que carcome lentamente sin matar, cuando el amor deja de ser amor y ya es solamente olvido.

 

En Ronda, ese juego de la inocencia primera, se entrampa la realidad, que la poeta ve, y la convierte en una canción infantil en que la justicia es elegantemente llamada Lumia (Elma se abstiene de poner el vocablo ramera). Quizá también un juego peligroso con y en el lenguaje que se vuelve paisaje conocido y ese paisaje deviene en la metáfora no de una realidad soñada, sino de nuestra realidad. La poeta dice con elegancia y economía de palabras, lo que el común puede manifestar en una blasfemia.

 

Juegos ha tenido un largo y minucioso tiempo de espera. Y en esta hermosa aventura, Elma, sin el afán inmediatista de publicar, ha creado un camino solitario y propio. En Juegos, pues, las palabras nos invitan, divertidas y desafiantes a seguirlas, a leerlas, hasta conformar el poema. Que por su disposición como en un pentagrama, nos enseñan cómo las palabras pueden convertirse en música, en color y también silencio.

 

 

Lima, agosto de 2002